«FUN»[1]
Pariente lejano de la flema británica, primo carnal del cool, el fun, esa palabra anglosajona surgida del universo del ocio y de la infancia, no es una moral de la diversión y todavía menos del desorden en todos los sentidos. Al contrario, constituye un sistema de selección que permite aislar, en el seno de la vida ordinaria, un puro núcleo de placer, ni demasiado fuerte ni demasiado débil, que no tiene consecuencias negativas y nos impulsa hacia un universo de sensaciones agradables. Todo puede convertirse en fun, es decir, en objeto de una ligera efervescencia, tanto el sexo como la castidad, una boda o un viaje, una religión o una afiliación política, siempre que uno no ponga en ello un gran ardor. El fun es una disciplina de tamizado que levanta discretas murallas, instaura un ambiente aséptico en el que disfrutamos del mundo sin concederle el derecho a herirnos o castigarnos. Una discreta disidencia que rechaza tanto la histeria de la vida intensa como la de la agitación, y que sólo concibe la diversión filtrada, una vez interpuesto, entre nosotros y las cosas, un cojín que nos proteja de las asperezas.
Visto así, el fun es contemporáneo de lo virtual y responde a la misma voluntad de desmaterializar el mundo, de derribar las fronteras espaciales y temporales. En los deportes que entrañan deslizamiento encontramos una dimensión semejante: el surf, que se une a las olas para burlarse de ellas, el roller, que transforma el asfalto en una larga cinta lisa recorrida por sombras de una elegancia prodigiosa que se cuelan entre los peatones y se ríen de los obstáculos; el Free -ride de montaña, que convierte al esquiador en un pájaro capaz de bailar en el vacío, sobrevolar las crestas rocosas, acariciar la nieve en polvo.
La maravilla de estas proezas es hacer desaparecer el cuerpo gracias al cuerpo, rozar la ingravidez. Se trata de un universo de espíritus, duendes y espectros para quienes las leyes de la gravedad han dejado de existir, y que convierten la materia en algo fluido. No hay que pesar, sino planear. Es el sueño del hombre liberado que suelta lastre y da más importancia a la sensación que a la experiencia, al rozamiento que al enraizamiento, La densidad de lo real sólo se tiene en cuenta para eludirla. Y del mismo modo que ahora, gracias a las técnicas virtuales, podemos cantar a dúo con Elvis o actuar en una película de Bogart, el fun nos sume en el hechizo de un cuento de hadas: el deseo supera todas las pruebas y consigue sin esfuerzo la satisfacción. El universo pierde su aspereza, se reduce a una superficie, a formas, a imágenes. Por lo tanto se puede intentar todo, siempre que nada tenga importancia. Así es el fun: una utopía de ligereza total que permite todos los placeres y esquiva todas las desgracias. La vida se convierte en un juego por el que no hay que pagar ningún precio.
[1] El fun, expresión muy utilizada en Francia, equivale a lo que en España calificamos de «buen rollo». (N. de la T)
Bibliografia
BRUCKNER, Pascal(2008). La euforia perpetua. 3ª edic. Trad. por Encarna Castejón. España: Tusquets
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